martes, 3 de febrero de 2009

El alcohol o la persona

Una buena síntesis sobre los efectos psíquicos del alcohol, y sobre cómo modifica las emociones, se encuentran en el artículo del psiquiatra Luis Rojas Marcos titulado ¿Quién habla, la persona o el alcohol? (El País 16/08/2006), escrito para comentar el incidente del actor Mel Gibson [eng.] en estado de ebriedad:
"El alcohol de cualquier bebida, en cuestión de segundos es absorbido por los pulmones, la mucosa bucal y el estómago, y viaja en el flujo sanguíneo. Una vez en el cerebro, el centro estratégico vital del ser humano, reduce la actividad de la zona prefrontal encargada de moderar las manifestaciones exteriores de lo que uno desea, siente y piensa. El resultado es el debilitamiento de las inhibiciones psicológicas de la persona, para bien o para mal.

En las naciones de Occidente, donde tomar copas es una actividad tan aceptada y cotidiana como la puesta del sol, muchos hombres y mujeres usan la bebida en dosis moderadas como "lubricante" de sus relaciones sociales. La desinhibición que produce les añade espontaneidad o soltura y les ayuda a ser más afables y simpáticos. Este uso es muy antiguo (...)

Los efectos venenosos del alcohol dependen de la cantidad ingerida, del peso, de la capacidad para metabolizar la sustancia y del estado de ánimo del consumidor -en situaciones de estrés o de frustración, las consecuencias son más gravosas-. En todo caso, el consumo en suficiente medida saca al bebedor de sus cabales. Como inciso recordaré que el alcohol es un ingrediente fundamental a la hora de explicar las muertes prematuras por enfermedades crónicas, accidentes y actos de violencia.

Durante los estados de intoxicación etílica se inhabilitan las facultades mentales que nos definen como persona. En concreto, se apaga la luz de la introspección y se desconectan las aptitudes "ejecutivas" encargadas de proteger la voluntad, de sopesar el impacto de las decisiones y de gobernar nuestros impulsos. Igualmente, se desenchufa la parte de la mente que se conoce en psicología por superego o la conciencia moral que templa las pasiones. Como estas capacidades directivas no se solidifican hasta pasada la adolescencia, cuando las perdemos nos exponemos a exteriorizar sin ningún tipo de filtro o censura los arrebatos más infantiles, irracionales y obscenos.

No cabe duda de que la persona intoxicada es responsable de haber bebido en exceso y está moralmente obligada a resarcir a los ultrajados por sus palabras o hechos. Pero no es menos cierto que el alcohol tiene el poder de implantar en las mentes de los consumidores ideas y actitudes contrarias a sus principios y de hacerles desbarrar en términos incompatibles con sus creencias."
El resto del artículo en este enlace.

No hay comentarios: