sábado, 12 de septiembre de 2015

Concepto y definición de alcoholismo

En el documento Alcoholismo. Guías Clínicas Basadas en la Evidencia Científica. Socidrogalcohol. Segunda edición, Dr. Josep Guardia Serecigni (coordinador), encontramos las siguientes definiciones:
Concepto de Alcoholismo
El alcoholismo se caracteriza por la dificultad para controlar el consumo de bebidas alcohólicas. El deterioro en la capacidad de controlar el consumo de alcohol puede ser intermitente y muy ligero, en las fases iniciales de la enfermedad, pero puede llegar a ser continuado e intenso, más adelante, y conducir a una “robotización” progresiva de la conducta de auto-administración de alcohol y a una pérdida de control tan grave como la de cualquier otra drogodependencia por vía intravenosa.
Cuando una persona ha desarrollado una grave dependencia del alcohol no podrá retornar a un consumo moderado y cuando pruebe de tomar bebidas alcohólicas volverá a experimentar las mismas dificultades para controlar su consumo. Por este motivo, el objetivo ideal sería que el paciente alcohólico se mantuviera sin tomar bebidas alcohólicas, de manera continuada, sin embargo, lo más probable es que su actitud ante tal objetivo sea bastante ambivalente y ello puede contribuir a que su evolución curse con la alternancia de períodos de remisión de la enfermedad y períodos de recaída, en los que su vida se desorganiza y puede llegar a estar fuera de control. 

Síndrome de Dependencia del Alcohol
Para la CIE-10 el Síndrome de Dependencia consiste en un conjunto de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el cual el consumo de alcohol adquiere la máxima prioridad para el individuo, mayor incluso que cualquier otro tipo de comportamiento de los que en el pasado tuvieron el valor más alto. Dos síntomas característicos son la sensación de deseo o necesidad (que pueden llegar a tener una gran intensidad) de beber alcohol y también la disminución de la capacidad para controlar la ingesta de alcohol (O.M.S.- 1992). (…)
El desarrollo del síndrome de dependencia del alcohol puede ser más lento que el de otras drogas, por ello sus consecuencias pueden aparecer más tarde, entorno a los 40-45 años. Sin embargo, cambios en las pautas de consumo y el consumo previo o simultáneo de otras sustancias pueden favorecer un desarrollo más rápido y contribuir a una dependencia más severa del alcoholismo (Echeburúa, 2001). (pag. 15)

lunes, 7 de septiembre de 2015

No condicionar la sobriedad o abstinencia del alcohol

El libro Viviendo Sobrio de Alcohólicos Anónimos se define como "un librillo práctico de 88 páginas que demuestra a través de ejemplos cómo los A.A. en todas partes del mundo viven y se mantienen sobrios día a día".

Si bien no es considerado un libro de recuperación, si no como decía un miembro de "trucos para no beber", su importancia no debe ser subestimada, en particular del capítulo 25 "Salirse de la trampa del subjuntivo".

El términos subjuntivo no es común en el idioma español, buscando con Google encontramos el siguiente significado:
Modo verbal que expresa una acción, un proceso o un estado como hipotético, dudoso, posible o deseado; suele aparecer en oraciones subordinadas.
 Es decir, se trata de no condicionar la sobriedad a determinadas condiciones personales o externas favorable o cómodas para el alcohólico en recuperación.

A continuación resumimos de manera extensa parte de su contenido (subrayados nuestros):
25. Salirse de la trampa del subjuntivo 
Los enredos emocionales con las demás personas no son la única fuente de peligros para que nuestra sobriedad se vea dependiente de factores extraños. Algunos de nosotros tenemos la tendencia a poner condiciones a nuestra sobriedad, sin siquiera darnos cuenta. 
Uno de nuestros miembros dice, "Nosotros los borrachos * somos gente muy subjuntiva. Durante nuestros días de bebedores, estábamos tan llenos de cosas condicionales, como de alcohol. Una gran cantidad de nuestros sueños empezaban con la frase, 'Si sucediera esto, si sucediera lo otro'. Y nos decíamos continuamente a nosotros mismos que no tendríamos por qué emborracharnos si esto o lo otro no hubiera sucedido, o que no tendríamos ningún problema con la bebida si . . ."
Todos hemos continuado la frase con nuestras propias explicaciones (¿o excusas?) para nuestro alcoholismo. Cada uno de nosotros pensaba: Yo no estaría bebiendo en esta forma si . . .
(…)
Mirando retrospectivamente esta forma de pensar y la conducta resultante, vemos ahora que estábamos dejando que unas circunstancias totalmente ajenas a nosotros mismos nos gobernaran la vida. Cuando suspendimos la bebida, una gran cantidad de esas circunstancias se colocaron en su lugar apropiado en nuestras mentes. A un nivel personal, muchas de ellas se aclaran tan pronto empezamos la recuperación, y vemos las soluciones que podemos trabajar para desvanecer esas otras algún día. Entre tanto, nuestra vida es mucho mejor en sobriedad, no importa la situación en que nos encontremos. 
Pero después de algún tiempo de abstención, se presenta para algunos de nosotros una ocasión en la cual nos golpea en el rostro un nuevo descubrimiento. Ese "subjuntivo" que utilizábamos habitualmente en nuestros días de alcoholismo activo, se ha adherido a nuestra abstención, aunque nosotros no lo veamos así. Inconscientemente, estamos colocando condiciones a nuestra abstención.  Hemos empezado a verificar que la sobriedad es una buena cosa, si todo va bien, y si nada nos sale mal. 
En efecto, empezamos a ignorar la naturaleza bioquímica o inmutable de nuestra enfermedad. El alcoholismo no respeta esos subjuntivos. No se nos desaparece, ni por una semana, ni por un día, ni por una hora, dejándonos no alcohólicos y capacitados para beber nuevamente en alguna ocasión especial o por alguna razón extraordinaria, ni siquiera si se trata de una celebración que sólo acontece una vez en la vida, ni si nos golpea una gran calamidad, o si llueve en España o caen las estrellas en el África. El alcoholismo no tiene condiciones para nosotros, y no podemos hacerle concesiones a ningún precio. 
Puede llevarnos algún tiempo el adquirir ese conocimiento hasta la médula de nuestros huesos. Y en muchas ocasiones nosotros mismos no reconocemos las condiciones que hemos adherido inconscientemente a nuestra recuperación hasta cuando algo nos sale mal a pesar de nuestra buena voluntad. Entonces, ¡bumb!, ahí está. No habíamos contado con esta circunstancia. 
El deseo de un trago es natural a la luz de un fracaso desalentador. Si no conseguimos el ascenso, la promoción, o el trabajo con el cual estábamos contando, si nuestra vida amorosa empieza a dificultarse, o si alguien nos trata mal, entonces nos daremos cuenta de que todo el tiempo hemos estado confiando en las circunstancias para ayudarnos a mantenernos sobrios.  
En alguna parte de las convulsiones de nuestras células cerebrales, hemos mantenido una pequeña reserva como condición para nuestra sobriedad. Esa reserva estaba dispuesta a saltar en el momento menos pensado. Por eso empezamos a pensar, "Sí, la sobriedad es una gran cosa, y yo intento mantenerla". Pero nos escuchamos el murmullo de la reserva escondida que nos dice: "Tratarás de mantenerla, si todo sale perfectamente". 
No podemos permitirnos el lujo de esos seis condicionales. Tenemos que mantenernos sobrios no importa cómo nos trate la vida, no importa si los no alcohólicos aprecian nuestra sobriedad o no. Tenemos que mantener nuestra abstención independientemente de todo lo demás, sin complicar nuestros sentimientos con otras personas, y sin que dependa de condiciones o situaciones posibles o imposibles. 
Una y otra vez, hemos visto que no podemos permanecer abstemios únicamente por causa de la esposa, el marido, los hijos, los familiares, parientes, amigos, o por mantener un trabajo, o por agradar a un jefe, un médico, un juez o un acreedor. Por nadie distinto de nosotros mismos. 
El amarrar nuestra abstención a alguna persona (aunque sea otro alcohólico recuperado) o a alguna circunstancia distinta, no sólo es insensato sino muy peligroso. cuando empezamos a pensar, "Yo voy a estar abstemio si . . ." o "No voy a beber porque . . ." (Coloque en este espacio cualquier circunstancia distinta de su propio deseo de recuperación), inadvertidamente estamos poniéndonos en situación de beber cuando cambie esa persona, condición o circunstancia. Y cualquiera de ellas puede cambiar en cualquier momento. 
Nuestra sobriedad independiente, sin afiliarse a ninguna cosa o persona distinta, puede crecer y volverse lo suficientemente fuerte para capacitarnos para afrontar todo y a todos. Y, como usted mismo lo comprobará, empezamos a apreciar ese sentimiento también.
Esto en los grupos se dice en términos más simples: pase lo pase, suceda lo que sucedad, no beba.